miércoles, 6 de noviembre de 2019

¿Sabes lo que es el ASMR?¿Lo has sentido alguna vez?

     ASMR (del inglés "Autonomous sensorial meridian response") es “una sensación física que se caracteriza por un hormigueo placentero que normalmente comienza en la cabeza y el cuero cabelludo, y con frecuencia se mueve hacia abajo a través de la columna vertebral y las extremidades”.

      En internet hay multitud de videos que favorecen que aparezca esa sensación, videos sin connotaciones sexuales en los que se ve a una chica - aunque también hay chicos- realizando actividades triviales como alisándose el pelo o susurrando frases sugerentes. Prestando mucha atención a los videos, la sensación puede aparecer, y consiste en un hormigueo cerebral placentero que puede extenderse a todo el cuerpo. Si tenéis interés por el tema, os paso el link de un artículo que detalla todo el asunto. Y lo cierto es que la sensación placentera existe, palabra, ya que el autor de estas líneas la viene experimentado desde hace años, aunque nunca antes se le había puesto nombre.
 
     El algunos foros se ha denominado "orgasmo cerebral", aunque la sensación es distinta, agradable pero en otra medida.


https://loquepasaenmiescalera.wordpress.com/2015/06/07/asmr-la-misteriosa-sensacion-que-a-todo-el-mundo-le-gusta-pero-nadie-puede-explicar/

domingo, 20 de octubre de 2019

Artículo publicado en el blog literario CRUCE DE CAMINOS.-

Estimados:

He publicado otro artículo sobre la Segunda Guerra Mundial en el blog literario CRUCE DE CAMINOS, página que os vuelvo a recomendar por su gran cantidad de información sobre libros y concursos relacionados con la literatura.
 
Os paso el link donde está publicado el artículo, que es el siguiente:
 
 
Y para los que prefieran leer el artículo desde aquí, lo pego a continuación:
 

EL ENIGMA DEL ESPÍA INVISIBLE: Operación Baldur o el ataque a Scapa Flow

Imagen de David Mark en Pixabay
Un artículo histórico de José Enrique Vázquez para Cruce de Caminos. También lo podéis leer en su blog El asesino anda suelto y en su Facebook. 



Octubre de 1939.

            El submarino alemán U-47 zarpa del puerto de Kiel al mando del capitán Gunther Prien, de treinta y un años. Su misión, penetrar en la bahía de Scapa Flow, un fondeadero situado en las islas Orcadas, cerca de las costas de Escocia conocido por haber sido el emplazamiento de la principal base naval del Reino Unido durante las dos guerras mundiales. Desde allí, la flota británica controlaba tanto el acceso al Mar del Norte como las rutas marítimas que surcaban el océano Atlántico.

            La bahía estaba muy protegida contra la incursión de submarinos, ya que había numerosos buques hundidos expresamente para que la profundidad fuera tan escasa que impidiera el paso de sumergibles enemigos. El fondo marino no dejaba demasiado lugar para esconderse, la media apenas rondaba los treinta metros desde la superficie. Además, los ingleses habían instalado multitud de minas y redes para evitar que cualquier buque enemigo accediera a la bahía sin conocer el emplazamiento de las defensas. Las fuertes corrientes y cambiantes mareas hacían el resto, de modo que Scapa Flow, al menos en los inicios de la Segunda Guerra Mundial, estaba considerada como uno de los fondeaderos más celosamente guardados y seguros del mundo.

            El U-47 llegó en la mañana del día 12 de Octubre de 1939 frente a las islas Orcadas, y cuando estaban en inmersión, el capitán revela a sus hombres el verdadero objetivo de la misión: entrar en la bahía y atacar a todos los barcos ingleses que se encuentren allí.
            Prien pasa la noche en el fondo, a 90 metros de profundidad. A las 19:00 horas del 13 de octubre el submarino emerge, pero en lugar de cielo sin luna, encuentra un fenómeno que no habían previsto: una aurora boreal, lo cual hace aún más peligrosa la misión, ya que los reflejos de la aurora hacen más visible al submarino. No obstante, Prien decide entrar, y a las 23:25 horas, maniobrando con mucha habilidad para evitar las rocas de la cercana costa, penetra en la bahía. Es medianoche, y la aurora permite buena visibilidad, pero hasta donde pueden distinguir, no hay barcos ingleses fondeados. Por fin, tras un largo rato de búsqueda, Prien divisa dos grandes buques y varios destructores anclados: es el momento de actuar.

            EL ATAQUE

            El U-47 dispara cuatro torpedos contra un acorazado que resultaría ser el «Royal Oak». Sorprendentemente, teniendo en cuenta que el blanco estaba inmóvil, tres fallan y sólo uno de ellos impacta sobre el buque produciéndose una explosión de poca entidad. El capitán teme ser detectado, pero el barco alcanzado continúa silencioso, no hay humo, y no se hunde.
            Prien dispara una segunda vez el único torpedo de popa, pero falla igualmente. Pese a la tensión del momento y a la posibilidad de ser atacados, el capitán ordena se recarguen los torpedos de proa y dispara tres, esta vez a menor distancia. En esta ocasión, todos aciertan, y tras varias violentas explosiones, el «Royal Oak», a los diez minutos, escora a estribor y se hunde, llevándose consigo las vidas de 833 de sus tripulantes.
            El submarino consigue escapar del fondeadero, y una vez en alta mar, el día 14 de octubre, envía un mensaje por radio a Karl Dönitz, comandante de la flota de submarinos, comunicándole que habían hundido un acorazado inglés de nombre desconocido. Horas después, los ingleses confirman en la BBC que se trataba del «Royal Oak».

            El U-47 arribó al puerto de Wilhelmshaven el 17 de octubre de 1939, y el capitán y toda la tripulación fueron recibidos como héroes, siendo condecorados por el éxito de la misión.

            COMIENZA LA LEYENDA

            La consecuencia directa de la acción del U-47 fue fundamentalmente demostrar a los ingleses que su base naval más protegida no era invulnerable, y que los submarinos alemanes podían realizar con éxito cualquier acción naval contra el enemigo. Realmente, era una misión más de prestigio que por el resultado final, extremo en el cual coinciden todos los historiadores y cronistas de la época. Sin embargo, el relato de hechos deja numerosas incógnitas sin resolver, que son las siguientes.

            LA PREPARACIÓN DE LA OPERACIÓN

            Según las fuentes existentes, la «Operación Baldur» fue ideada por el comandante jefe de la flota de submarinos, Karl Dönitz. Los preparativos consistieron en envío de aviones de reconocimiento para fotografiar toda la zona, y una misión preparatoria realizada por el submarino alemán U-14. Posteriormente, Dönitz, convencido de que la base inglesa no era inexpugnable, prepara un plan para entrar en la bahía por la zona que posiblemente tenía más posibilidades de permitir el acceso a un submarino. Luego, elige al hombre indicado, convoca a Prien, y este acepta la misión. La «Operación Baldur» da comienzo, y es rubricada y firmada por el Gran Almirante Raeder.
            Sin embargo, teniendo en cuenta las dificultades que entrañaba una misión así, la gran cantidad de información de la que carecían los alemanes, y el hecho de que las corrientes en la zona llegaban a ser de hasta 10 nudos de velocidad, cuando el submarino U-47, del tipo VII-B podía desarrollar como máximo 8 nudos sumergido, hacen pensar que faltan muchos detalles no conocidos.
            Así pues, la pregunta surge sin esfuerzo: ¿contaron los alemanes con ayuda a la hora de preparar la operación?

            EL ESPÍA QUE VINO DE SUIZA

            Curt Riess era periodista del Saturday Evening Post en esa época, y poco tiempo después del hundimiento del «Royal Oak» escribió un artículo titulado «La verdad sobre Scapa Flow», que dejó al mundo bastante perplejo.
Riess había nacido en Alemania y tenía ascendencia judía. Se había exiliado a Estados Unidos para huir del ambiente hostil a su raza. Fiel luchador contra el nacionalsocialismo de Hitler, había escrito numerosos artículos en contra de las ideas nazis.
            En su artículo, Riess ofreció una versión sobre los hechos que dieron lugar a la incursión en la bahía de Scapa Flow ampliada y con detalles insólitos.

            LA HISTORIA DEL RELOJERO

            Riess contaba que la incursión de Scapa Flow realizada en octubre de 1939 fue planeada no por Dönitz, sino por Wilhelm Canaris, jefe del servicio secreto alemán, muchos años atrás
            Según su escrito, para vengarse de lo sucedido con Inglaterra en la Primera Guerra Mundial, en el año 1927, Canaris ideó un plan para entrar en Scapa Flow, válido para entrar en la temida rada donde antes, en la Guerra Primera, habían fracasado todos los intentos. Así, para la misión de espionaje, elije a un tal Alfred Wehring, supuesto ex oficial de marina alemán que sirvió en la Primera Guerra. El aludido acepta la misión, y tras varios cambios de nombre y de país, aparece finalmente y años después como Albert Oertel, ciudadano nacionalizado inglés venido de Suiza. Se establece como relojero en una isla de las Orcadas y visita diariamente una taberna frecuentaba por pescadores, los cuales le informan sobre los obstáculos, minas, corrientes y mareas que acechan la zona. Los datos supuestamente viajan desde Escocia hasta La Haya, en Holanda, donde luego son enviados a Berlín.
            Oertel da frecuentes paseos por la zona, y recoge todos los datos que pueden resultar de interés para la incursión que se planea. Finalmente, tras muchos años de espera, el 12 de septiembre de 1939, el relojero emite un mensaje en clave con el siguiente texto: «Ha llegado el paquete. Espero una nueva partida dentro de este mes. Espero confirmación».
            Según Riess, el mensaje confirmaba que el espía había descubierto una forma de traspasar las defensas de Scapa Flow, para que pudiera acceder un submarino.
            Dos días después, el tal Oertel desaparece de la escena, y nunca más se sabe absolutamente nada más de él.

            LA FARSA, Y LOS INTERROGANTES

            La historia del espía relojero fue confirmada por los propios alemanes. Sin embargo, investigadores y periodistas interesados en el caso, no encontraron registro alguno en documentación de la Primera Guerra Mundial que hiciera referencia al tal Oertel, ni tampoco al oficial Wehring. De igual modo, no se han encontrado datos sobre el relojero en los documentos de la Segunda Guerra Mundial. Al parecer, varios periodistas acudieron al propio lugar de los hechos, la localidad de Kirkwall, en las islas Orcadas, y allí nadie corroboró la historia del relojero espía. Era una aldea pequeña, y sin duda hubieran sabido de la existencia del personaje.

            El éxito militar que para los alemanes supuso la entrada en Scapa Flow como castigo moral para los ingleses, de algún modo hizo que los servicios de propaganda nazi no descartaran la existencia del espía. Sin embargo, la tesis que hoy se maneja es que toda la leyenda no fue más que una fantasía de su inventor, el periodista Curt Riess. Es más, tan extendida está la creencia de que el espía existió, que a día de la fecha, hay una entrada en la web Wikipedia con el título «Ataque a Scapa Flow» que recoge la historia del relojero, aun siendo falsa.

            Todo lo anterior, nos deja aún con una serie de interrogantes que aún no han sido aclarados, y son estos:
            1.- Según fuentes consultadas, expertos en navegación y con años de experiencia en el mar sentencian que resulta altamente improbable que solo con la ayuda de fotos aéreas y con el reconocimiento de un submarino previo, la operación tuviera éxito. Así, estas fuentes barajan la posibilidad de que hubiera más información disponible sobre el objetivo.
            2.- De ser cierto que Dönitz o Canaris necesitaban más información para que la «Operación Baldur» tuviera éxito, ¿quién se la proporcionó?¿Algún espía distinto del tal Oertel del que aún no sabemos nada?
            Lo cierto es que la entrada en Scapa Flow por parte de un submarino alemán con las limitaciones del U-47, teniendo en contra minas, redes, corrientes, obstáculos y mareas no deja de ser un acto de guerra increíble por lo difícil de su ejecución, dejando en el aire más de una duda que aún hoy sigue rondando las mentes de muchos estudiosos del tema.
            ¿Existió pues, un espía invisible en Scapa Flow del que no sabemos nada?

            EPÍLOGO
           
            Günther Prien, el capitán del submarino U-47 que realizó la hazaña de penetrar en Scapa Flow no pudo disfrutar mucho tiempo de su fama como as de la armada alemana. El 7 de marzo de 1941 radió su último mensaje, y días después se le dio por desaparecido. La versión aceptada históricamente considera que el submarino fue hundido con toda su tripulación tras el ataque con cargas de profundidad realizada por el destructor británico HMS Wolverine, en el Atlántico norte.

jueves, 12 de septiembre de 2019

"El crimen del centurión", en papel, en LIBRERÍA PALAS de Sevilla.-

Buenas a todos/as:
 
Para los reacios a los medios digitales, ya podéis conseguir la novela "El crimen del centurión" en papel en la LIBRERÍA PALAS DE SEVILLA, en calle Asunción número 51. (D.P. 41011).
 
PALAS es una librería con cuarenta años de experiencia, os paso su página web que suele tener material muy interesante.
 
También hacen búsquedas de libros difíciles de conseguir con bastante éxito.

http://www.libreriapalas.es/



 
 

Salu2.-

 

domingo, 8 de septiembre de 2019

martes, 3 de septiembre de 2019

Artículo publicado en el blog literario CRUCE DE CAMINOS.-

Estimados:

Os paso el link de un artículo sobre los restos de Hitler que he publicado en el blog

https://crucesdecaminos.blogspot.com/

Es una página literaria con muchísimas reseñas de libros y abundante información literaria. Os recomiendo que la visitéis.

Y dicho esto, os paso el link donde está publicado el artículo, que es el siguiente:

https://crucesdecaminos.blogspot.com/search/label/%23JoseEnrique

Y para los que prefieran leer el artículo desde aquí, el texto es el que sigue:

martes, 3 de septiembre de 2019


El enigma de los restos de Hitler: La operación Mito


Hitler y Eva Braun (vía Shutterstock)

Un artículo histórico de José Enrique Vázquez para Cruce de Caminos. También lo podéis leer en su blog El asesino anda suelto y en su Facebook. 


         Adolf Hitler, el líder nazi responsable de la muerte de varios millones de personas, padecía de halitosis, era vegetariano y no fumaba, aunque sí lo había hecho, y de forma compulsiva —entre 25 y 40 cigarrillos por día. Estos datos, junto con los testimonios de su dentista personal en la última época, Hugo Blaschcke y de la asistente de este, Kathe Heusermann, han podido determinar en fechas recientes que Hitler no escapó de Alemania en submarino ni vive escondido en la Antártida, sino que murió en el búnker de Berlín en 1.945.
            Lógicamente, y dicho lo anterior, es claro que pasamos por alto todas las teorías que mantienen que el mandatario alemán escapó con vida de Alemania en aquellas fechas, pese a que muy recientemente incluso se ha publicado un libro —y en la editorial Planeta nada menos— que lleva por título “La segunda vida de Hitler”, escrito por Abel Basti. No, la realidad es otra bien distinta, y responde a lo que durante décadas se ha denominado “el enigma de la dentadura de Hitler”.
           
 
Pero vamos por partes.

 
LA MUERTE DE HITLER Y EVA BRAUN EN 1.945

El 30 de abril de 1.945, consciente Hitler de que todo estaba perdido, y con las tropas rusas ya en el propio Berlín, decide suicidarse en el búnker junto con su recién desposada y amante de años Eva Braun. Lo hacen ingiriendo primero cápsulas de cianuro para luego dispararse Hitler en primer lugar con un revólver en la sien. Eva Braun no pudo hacer lo mismo, ya que el veneno hizo antes su efecto.
Hitler había ordenado previamente lo que debía hacerse con los cadáveres para no correr la suerte de Mussolini, cuyos restos mortales fueron objeto de escarnio. Por ello, el oficial de las SS Otto Guensche y otras personas cercanas al Führer, entre los que se encontraba Martin Bormann, sacaron los cuerpos fuera del búnker y les prendieron fuego con unos doscientos litros de gasolina. Guensche lo confesó así en una entrevista concedida antes de su muerte en el año 2.003.


LLEGADA DE LAS TROPAS RUSAS AL BÚNKER

            Cuando los rusos llegan al búnker, tenían instrucciones expresas de Stalin de encontrar a toda costa y cuanto antes los restos de Hitler, si de verdad se había suicidado como mantenían los testigos presentes, y envían a una unidad especializada. Tras la búsqueda, los encuentran calcinados, aunque las piezas dentales estaban en buen estado, hallando también gran parte del cráneo del mandatario alemán.
Los restos de la mandíbula de Hitler y parte del cráneo, una vez finalizada la investigación que comprendía el interrogatorio de las personas presentes cuando ocurre el suicidio, deben llegar cuanto antes a Moscú. Para esta tarea, escogen a una mujer, la intérprete de guerra Elena Rzhevskaya. La razón es que según dijo ella misma después, “los miembros masculinos del ejército rojo podían emborracharse y los extraviarían”. Se le entrega una caja pequeña que contiene la mandíbula y el resto del cráneo de Hitler. 


 LA OPERACIÓN MITO

            Como es sabido, los rusos fueron los primeros en llegar a Berlín, un mes antes que los norteamericanos, y según narra la propia Elena Rzhevskaya, la intérprete que fue encargada de la custodia de la mandíbula y el cráneo de Hitler en sus memorias, encontraron los cadáveres calcinados del dictador y de Eva Braun, y los llevaron a una morgue improvisada en el mismo Berlín. Allí, el personal médico confirmó la intoxicación por cianuro. En la autopsia, se extrajo la mandíbula y parte del cráneo de Hitler. Interrogaron a Kathe Heusermann, la asistente del dentista del mandatario alemán, y a la vista de los restos, confirmó que la dentadura era del mismo.
            Los restos, tanto los confiados a Elena Rzhevskaya como los demás, llegaron sin problemas a Moscú y se custodiaron bajo alto secreto.
Sin embargo, y pese a las evidencias, bajo total secreto se inició la llamada por los rusos “Operación Mito”, que consistía básicamente en continuar la búsqueda del cadáver de Hitler para dar la impresión de que podía seguir vivo.


LOS ANÁLISIS FORENSES DE 2.017

En marzo y julio de 2.017, un grupo de investigadores y patólogos franceses, tras obtener el permiso de los servicios secretos rusos, tuvo acceso a los restos del dictador, que se conservan en Moscú. El resultado de su informe no ofrece dudas: la dentadura se corresponde con la de Hitler, y el resto del cráneo tiene un agujero en la sien sin duda producto de un disparo. Además, en los dientes, en muy mal estado, no se encontraron restos de carne, y sí un líquido azulado que podía tener su causa en la reacción química producida por el cianuro.


OBJETIVO PRINCIPAL DE LA “OPERACIÓN MITO”, Y CONCLUSIONES

            Visto lo que antecede, la operación secreta ordenada por Stalin consistente en dar la apariencia de que Hitler podía seguir vivo, manteniendo una incertidumbre que aún perdura hoy día, obedece a las siguientes posibles razones:

1.- Tal y como la propia Elena Rzhevskaya narra en sus memorias, publicadas una vez muerto Stalin, el mandatario ruso dijo que no iba a informarse de nada a los aliados porque “Seguimos en un cerco capitalista”, dando a entender que ya en 1.945 se entreveía la llegada de la guerra fría entre los dos bloques de poder, norteamericanos y rusos.

2.- La Operación Mito conllevaba difundir el rumor de que los propios norteamericanos habían facilitado la huida de Hitler. Para ello, la prensa rusa contribuyó publicando artículos que situaban al dictador en Argentina, o incluso en España, amparado por Franco. Esto era perfectamente creíble, ya que muchos científicos y personal alemán que sirvió al régimen nazi fueron reclutados por los norteamericanos para continuar sus investigaciones en Estados Unidos, siendo un ejemplo bastante obvio el del mismísimo Wernher Von Braun, científico enrolado en las SS e inventor de las bombas volantes V-2, que trabajó en la NASA hasta su muerte.

3.- El motivo último era desacreditar en definitiva a las fuerzas aliadas.

            A finales del año 2.009, Rusia confirmó oficialmente que desde 1.945, habían tenido en su poder los restos mortales de Hitler y de varias personas más del régimen nazi, y que dichos restos fueron incinerados en el año 1.970, dejando a salvo únicamente la mandíbula y el resto del cráneo analizados en 2.017.         

            Fin de la historia.

jueves, 29 de agosto de 2019

Ebook trailer con nueva banda sonora.-


Estimados todos: he modificado el ebook tráiler únicamente añadiendo otra música de fondo.

Espero que os guste más esta banda sonora.



 

martes, 27 de agosto de 2019

Ebook trailer de "El crimen del centurión".-

 
 
Estimados lectores: he creado un e-book tráiler del libro "El crimen del centurión".
 
Como está muy de moda no sólo publicar tráileres de películas sino también de libros y e-books, ahí va nuestra apuesta.
 
Espero comentarios, sugerencias, y que os guste.

 
 
 
 
 

miércoles, 31 de julio de 2019

CAPÍTULO II DIARIO DE UN PSICÓPATA.-


CAPÍTULO 2.- LAS GEMELAS AGUIRRE.-

Otra vez lunes. De nuevo esa sensación de peso en la nuca y el augurio de una semana difícil. El jefe estaba especialmente quisquilloso con el asunto de las gemelas. ¿Una de ellas podía ser la sospechosa, las dos o ninguna de ellas?¿Había alguien de fuera de la casa involucrado, como en el caso Urquijo? Una muerte en la familia, y ciertos indicios de que no fue por causas naturales. Gente de bien, apenas nada en las noticias y una orden directa: no imputar a nadie hasta que lo tengamos claro. “Pero Marín, mueva el culo, ¿oyó?, quiero resultados o le archivo el caso.”
     Julián Bravo, el jefe de grupo, era un hombre a primera vista educado, aunque sus modales a veces rozaban el insulto. Revestido de un halo de familiaridad, se permitía ciertas licencias con sus subordinados que vistas desde fuera podían considerarse claras humillaciones. A su favor, una hoja de servicios perfecta y un olfato criminal envidiable. Vino de Burgos, trasladado. La culpable, una cordobesa afincada en Triana, una fiera entre sábanas. “Créeme, Marín, a mi edad nunca pensé que mujer así pudiera existir. Me tiene totalmente abducido.” Y es que el jefe, según le había confesado un día Lázaro delante de un par de cafés y sendas magdalenas de chocolate, era un devoto seguidor de las series y programas que tenían a los extraterrestres como protagonistas.
—No me jodas.—Marín abrió tanto los ojos que sus pestañas chocaron con el cristal de las gafas.
—Tal y como te lo cuento. Una noche me encontré al jefe en un pub del centro. Estaba ebrio, y en dicho estado me hizo la confesión, haciéndome jurar sobre la memoria de mi madre que nunca lo contaría.
—Y sin embargo, me lo has contado.
—Bah, mi madre murió hace ya tiempo. Dejó casi todos sus bienes a mi hermano sólo porque era el mayor, un parásito sin empleo con cinco niños de tres madres distintas. Según ella, tenía más necesidad que yo. El juramento me lo paso por los cojones.
—Ya veo.
Por tanto, lunes mediodía, de camino. Había concertado una entrevista con ellas; por teléfono, como siempre. Marín recorrió a pie la escasa distancia entre la comisaría y el inmueble familiar. Un piso en un alto bloque, muy céntrico, en el barrio de Los Remedios. Un sexto con ascensor, y según pudo saber después, con una amplísima terraza.
El video portero se iluminó y una voz del otro lado del Atlántico respondió.
—Buen día. ¿Qué desea?
—Vengo a ver a las hermanas Aguirre. Soy de la policía.
—¿Otra vez? Bueno, espere un momento.
Marín se apoyó en la pared, la mañana estaba siendo calurosa, aunque el móvil le indicaba bajada de las temperaturas para el fin de semana. Buscó en el bolsillo sin hallar pañuelo alguno, seguro lo dejó en casa. A falta de pan, secó el sudor con el dorso de la mano. Tras unos largos segundos, un zumbido molesto y persistente le indicó que la puerta estaba abierta.
El ascensor, pintado de un verde anticuado y pringoso, era exasperantemente lento. Su interior, pequeño y cuadriculado, parecía querer medir el temple de sus usuarios y su resistencia a la claustrofobia. Marín volvió a sudar nada más entrar, y tuvo la extraña sensación de que las paredes menguaban a cada piso que dejaba atrás. Llegó al último con la respiración entrecortada y empapado en sudor. Juró bajar por las escaleras.
—¿A quién debo anunciar?
La puerta de la izquierda, según se salía del engendro torturador pintado de verde, aparecía abierta y asegurada por una chica de tamaño medio vestida con el típico uniforme del servicio doméstico de los años sesenta, blanco sobre negro o al revés según se mire, cofia y zapatos a juego. Su mente saltó como un rayo: «Nombre, Luciana Rodríguez, uno sesenta metros de estatura. Procedencia, Colombia. Edad, treinta y cuatro años, soltera, con papeles. Lleva en la casa un año, cinco en total en España. Sin antecedentes penales ni policiales».
—Soy el inspector Marín. Concerté una cita con las hermanas Aguirre ayer.
—Pase.
La fámula guió a Marín hasta una especie de vestíbulo con sofá esquinado y una mesita baja.
—Espere un momento, voy a avisar.
—Gracias.
Luciana se perdió por un pasillo, a la izquierda de la entrada, y Marín, por instinto, le miró el trasero mientras la chica se alejaba. «Prometedor», se dijo.
Desvió la vista hacia su derecha: un revistero, un mueble bar y varias publicaciones médicas, con ilustraciones que no tuvo intención alguna de descifrar. Su mirada se posó en un número de “Interviú” en cuya portada aparecía un titular que rezaba “Por qué faltan médicos en España”, entre otros. La chica que mostraba sus pechos a la concurrencia era Kate Rockwell, de la serie “Sexo en Nueva York”. Abrió la revista fechada en el año 2.009 y fue directo a las páginas centrales.
—Pase por aquí.
Chasqueó la lengua; le hubiera gustado ver a aquella hembra con tranquilidad, pero no había tiempo. El trabajo, siempre el trabajo …
La chica lo guió a través de un largo pasillo en semipenumbra, hasta que apareció de repente un salón enorme, cuadrangular y con un ventanal que prácticamente lo recorría de uno a otro extremo. Varias macetas de mediano tamaño en las esquinas y una luz natural limpia y abundante daban a la estancia un aspecto casi tropical. A la derecha, un sofá enorme, en forma de L y detrás del mismo, una estantería que llegaba hasta el techo llena de libros. Sentadas, dos mujeres una junto a la otra.
—El inspector Marín, ¿verdad?
—Sí.
—Siéntese, por favor.
Dámaso, obediente, acomodó sus posaderas con cierta lentitud mientras daba un repaso mental a la información básica que necesitaba. «Marta y María Aguirre, 35 años, gemelas idénticas, uno sesenta y cinco de estatura, cabello castaño. Relación con la víctima, sobrinas carnales por vía materna. Ambas licenciadas en Filosofía por la Universidad de Sevilla. Solteras, y sin compromiso conocido».
—Usted dirá. ¿Hay alguna novedad sobre el caso?
Habló la que estaba sentada a la izquierda del inspector. Marín se percató de que ambas iban vestidas iguales, minifalda azul claro, camiseta blanca y zapatillas a juego. Los calcetines, a rayas celestes y blancas. No estaban maquilladas, ni tan siquiera una pizca de carmín en los labios. Su mirada de viejo policía reconoció los rasgos de los rostros que había visto antes, en las fotos del expediente. Rasgos finos, delicados, con pómulos algo salientes, barbillas con hoyuelo y labios desiguales, siendo un poco más grueso el inferior. Los ojos, grisáceos, de una tonalidad y tamaño tan extraños como sugestivos. En efecto, Marín recordaba haber visto alguna que otra película de serie B, en la que aparecían seres de otro planeta con formas oculares parecidas a las de las chicas que tenía delante. «Formas muy bellas, sin duda», se dijo.
—Pues verá, de momento no estoy autorizado a darles ninguna información. Tan sólo venía a ver si podían facilitarme documentación médica de su tío, y hablarme de las últimas visitas que tuvo días antes de su muerte. Si es que tuvo alguna, claro.
—Nuestro tío recibía únicamente la visita de su amigo Kako, que venía de vez en cuando.
Habló la otra chica, la que estaba sentada a la derecha del inspector. Marín abrió la boca para hablar, pero la otra hermana se le adelantó.
—Perdón, somos unas maleducadas y entiendo su desconcierto. Yo soy Marta y ella es mi hermana María. Yo soy la mayor.
El inspector miró sus manos, dos pares colocadas en la misma posición: sobre las rodillas.
—Bueno, Keiko también venía alguna que otra vez.
Esta vez fue María la que habló. En ese instante, entró la chica colombiana.
—¿Necesitan algo los señores?
—¿Quiere tomar algo, inspector? —Las dos hermanas hablaron, como en un tono estéreo, pisándose las mismas palabras.
—Gracias, un poco de agua fresca, por favor.
Marín sacó un bloc de notas y pidió los teléfonos del tal Kako y la otra. Las hermanas sacaron sus móviles, ambos de la marca Samsung, sin duda el mismo modelo. Se miraron, sonrieron, y María guardó el suyo para que su hermana se encargara de darle los datos al policía. Luego, la mayor se levantó y desapareció por uno de los pasillos. La estancia quedó en silencio, como desierta. Sin embargo, María seguía allí, mirando fijamente al inspector. Este esbozó una ligera sonrisa, y ella sonrió a su vez. Sin embargo, el hielo persistía entre ellos, como si la distancia física que los separaba pudiera contener un universo entero.
—Aquí tiene inspector, los últimos informes médicos de mi tío. Habrá observado ya que mi hermana es bastante tímida, aunque no lo parece si estamos juntas, ¿no es cierto?
Marta recuperó el asiento de antes, pegadita a su hermana.
—Pues no sé decirle, yo tampoco soy demasiado hablador. Me gusta más observar, ciertamente.
Ambas hermanas sonrieron a la vez, y Marín tuvo la sensación de que la entrevista daba poco más de sí. Bebió un trago del vaso que le acababa de traer la fámula, y echó un vistazo a los informes médicos.
—Su tío tenía artrosis degenerativa de varios años de evolución, hígado graso, rotura de cadera con inserción de prótesis en el año 2.014 …
—Sí.—Corroboró Marta.
—... operado de cataratas en 2.013, y una neumonía en 2.015.
—Así es.—De nuevo, habló Marta.
—Vale. Estos informes los uniré al expediente si no tienen inconveniente.
—No se preocupe, estamos de acuerdo. Muerto mi tío, esos informes ya no son necesarios. Lo que deseamos es que se aclare todo este asunto.
—En eso estamos, señorita, en eso estamos.
—¿Han venido ya los análisis finales de la autopsia?
María habló sin duda refiriéndose a los análisis químicos que habitualmente se solicitan con posterioridad al examen del cuerpo de la víctima.
—No, aún no.
—Pero nos informará de todo, ¿verdad?
La súplica que demostraban las pupilas de María reflejaban sinceridad, y Marín no fue ajeno a esta circunstancia. La miró de hito en hito, y por un momento, pareció que ambos habían conectado en un plano distinto al material.
—Claro.—Se oyó decir vacuo, como si la escena la estuviera contemplando a varios metros de distancia.
—Gracias.—Dijo ella.
—De nada.—Contestó Marín.
El inspector tuvo la sensación de que el tiempo se había congelado en los ojos de la chica, hasta que una frase lo volvió a la realidad.
—Gracias por venir, Luciana lo acompañará a la puerta.
En este caso, fue Marta la que habló. Marín recuperó la normalidad, desvió la vista hacia la ventana, y se despidió con una fórmula habitual. Bajó los seis pisos como un adolescente, con alegría sin motivo y energía de sobra. Cuando por fin salió al exterior, se notó distinto, aunque realmente, no sabía por qué.

domingo, 30 de junio de 2019

Blog "Páginas y secretos"

Buenas noches, blogueros:

Acaba de salir una reseña de libro "El crimen del centurión" en un blog literario que sigo, se llama "Páginas y secretos" y la verdad es que es interesante. Os invito a que lo visitéis.

Os paso el link de la reseña donde está el libro:

http://paginasysecretos.blogspot.com/2019/06/novedad-44.html

Salu2.-

 

viernes, 7 de junio de 2019


CAPÍTULO 1.- UN CADÁVER EN EL CONGELADOR.-

“Distinguido inspector:
Le  envío la primera reseña del diario que comienzo hoy.
He decidido compartirlo sólo con Vd., aunque le advierto que había otros candidatos que finalmente han quedado fuera de mi proceso de selección. Las razones, no necesita conocerlas. Baste decir que debe sentirse honrado, dentro de poco será un hombre muy conocido. En sus manos estará quebrar el fin de esta historia, o someterse a la misma. Esto último será sin duda más fácil; pero no debo perderme en detalles que no son importantes.
Mamá ha dejado por fin de toser. La molesta tos, no fue erradicada por jarabes ni inhaladores. Pese a mi dedicación, y a las friegas nocturnas de “vicks-vaporub”, no remitía, de modo que, cansado de oír todas las noches su persistente y desesperante “cog-cog”, tomé la mejor decisión posible, para ella y también para mí, claro.
Ya está hecho, y me alegro por los dos.
Ahora, ella reposa tranquilamente en el congelador, donde el calor no le afecta, ni tampoco anida la corrupción.
Su cuerpo pervivirá por siempre … mientras se pague la factura de luz, por supuesto.
Un saludo, y hasta la próxima”

     El inspector Marín alejó el papel y con la otra mano, se bajó las gafas de concha y miró hacia atrás.
¿Qué coño era eso?
     —Oye, ¿tenéis ganas de broma?. — Dijo en voz alta.
     Escrutó los rostros, pero no advirtió nada sospechoso. Marina se esforzaba en dejar impresa la marca de sus dientes en un “bic” azul, mientras que la otra mesa, la que normalmente ocupaba Lázaro, estaba vacía.
     «En el bar, seguro».
     —¿Eh?. —Alzó algo más la voz, pero nadie miró.
     Fijó sus ojos en el final de la nota. No tenía firma. Miró el reverso del sobre: sin remite alguno. En el destinatario, “Para el Inspector Marín”, la dirección de las dependencias policiales, y como información complementaria, “Grupo de Homicidios”. La etiqueta estaba hecha con impresora láser.
     Nada más.
     Dio vuelta a la página, y se encontró con un reverso en blanco. Alzó la muñeca izquierda: su reloj de esfera negra marcaba las 13.50 horas. El cartero solía llegar sobre las 12.00, con lo cual, la nota llevaba en su mesa más o o menos desde entonces.
     Revisó el resto de correo: varios oficios de juzgados, comunicaciones de otras comisarías, nada especial. Se ajustó las gafas de concha. Tenía hambre, de modo que dejó la nota en la mesa y se dirigió al bar.
     —Una cerveza fresquita.
     Observó que Lázaro conversaba animadamente en el patio con otro compañero. Marín acomodó su par de nalgas en un taburete alto, y saboreó el primer sorbo. Luego, salió fuera con la bebida en la mano y encendió un cigarrillo. A sus cincuenta y cinco, poco le quedaba por hacer. Su carrera en la policía había sido brillante, sin contar un par de errores de bulto. El primero de ellos, dirigir una investigación con un enorme despliegue de medios contra una mafia china de trata de personas que resultó ser un “bluff”, ya que los principales testigos se negaron al final a ratificar sus denuncias y huyeron a China. El segundo, un crimen no resuelto y mal dirigido: una chica asesinada aparece en el Guadalquivir. El novio, presunto culpable y en paradero desconocido cuando aparece el cadáver, presenta una coartada incontestable justo el día del juicio: el día en que supuestamente ocurren los hechos, estaba a mil kilómetros. El procedimiento se sobresee, y el novio queda en libertad. Ambos casos quedan archivados, sin terminar, sin culpable. Ello fue suficiente para que Dámaso Marín, tozudo como pocos, prefiriera seguir siendo un simple inspector de homicidios en Sevilla, antes que pedir el traslado a otra ciudad y ascender.
     Tomó otro sorbo.
     —¿Tienes ganas de broma, Lázaro?
     La pregunta fue dirigida a un vaso medio vacío, aunque el destinatario la recibió perfectamente, pese a que estaba a varios metros de distancia.
     —Mi querido compañero, no sé a qué te refieres. ¿Quizás al chicle pegado en la cerradura de tu taquilla?
     Lázaro le pasó el brazo por la espalda. Su fama de juerguista, a la vez que cínico y guasón trascendía los límites de la comisaría.
     —Eso ya pasó, fue la pasada semana. Hablo de la carta.
     —¿Qué carta? No sé nada de ninguna carta. Tómate otra, pago yo. Vamos.
     —No, aún estoy fumando. ¿Seguro que no me has enviado una carta?
     —Segurísimo. No es mi estilo, ya lo sabes.
     Era cierto. Lázaro gastaba bromas a todos los compañeros, pero de tipo podíamos denominar visual, efectista. Ponía chicle en la cerradura de una taquilla, difundía chismes verdes entre las féminas del cuerpo … pero la carta no era propia de él. Con su metro noventa, Lázaro dominaba ampliamente la figura de Marín, y lo escoltó cariñosamente hasta la barra. Su barba lo hacía parecer respetable, pero era tan sólo una imagen engañosa.
    —Ponle otra a mi amigo, pago yo.
    —¿Tienes algún caso raro últimamente, algún asesino de madres que escriba cartas?.—inquirió Marín.
     Lázaro dejó un billete sobre la barra.
     —Tengo un ajuste de cuentas entre rumanos con un muerto, varios casos de violencia de género con lesiones graves y una prostituta desaparecida. Nada más. ¿Por?
     —Por nada. He recibido una carta extraña, seguramente de algún desquiciado, a tenor del texto.
     —¿Dirigida a la policía en general?
     —Eso es lo raro, va dirigida a mí particularmente.
     —Bah, no la tomes en serio. Algún enemigo de la infancia que te tendrá envidia, un marido ofendido, un antiguo cliente enviado a prisión ...
     Podía ser cierto. No en vano, algún que otro compañero había recibido cartas amenazadoras de individuos que resultaron ser antiguos conocidos, gente enviada a prisión o simplemente resentidos por algún hecho del pasado. Por eso, bebió un largo trago y decidió dejarlo pasar. Consultó el móvil, las noticias deportivas le interesaban especialmente. Buen forofo del deporte rey, Marín, soltero empedernido y mujeriego dedicado, tenía como hobbys su afición al fútbol, a la cerveza y a la ginebra suave. Y por supuesto, al género femenino.
     —Te dejo, voy a terminar unos informes.
     Lázaro salió. Él y Marín se conocían hace muchos, muchísimos años, y pese a algún que otro desencuentro, Dámaso —que era el nombre de pila de Marín— se fiaba de su criterio y valoraba su amistad.
     Terminó la bebida, y con la determinación de destruir la carta, subió al despacho. Sin embargo, cuando la tuvo entre sus manos, un sexto sentido le hizo desistir de esa idea, y contra su criterio inicial, abrió el primer cajón del escritorio y la guardó allí.
     «Bueno, nunca se sabe», se dijo, de modo que respiró hondo y se sumergió en un atestado que tenía que descifrar.
 





domingo, 2 de junio de 2019

Ebook "El crimen del centurión".-

Queridos seguidores, anónimos y conocidos:

     Hace ya un mes que se publicó la novela en formato digital. Muchos de vosotros me habéis solicitado la versión en papel, y en poco tiempo llegará, estad tranquilos, seguramente antes de lo que pensamos. Cuestión de esperar un poco más para que los pequeños problemas logísticos estén resueltos.
     Mientras tanto, os anuncio que va a comenzar otro proyecto novelístico, otra obra nueva con crímenes —por supuesto— y los ingredientes propios de la novela negra. En este caso, la época será la contemporánea.
     Un saludo, y nos vemos por aquí.
 
 

domingo, 28 de abril de 2019

Ya se ha publicado en formato ebook la novela "El crimen del centurión".
 
Os paso la portada del ebook y el link de la plataforma de Amazon:
 
 
 
 

Si os gusta, por favor, dejad un comentario positivo en la plataforma de Amazon.

Gracias.

 

viernes, 4 de enero de 2019

Nota sobre la ausencia de comentarios en el BLOG.-

En más de una ocasión he recibido el correo o la llamada de algún amigo/entusiasta de este humilde espacio poniéndome de manifiesto que le había resultado imposible publicar ningún comentario a alguna de las entradas del blog. En principio, no había razón lógica para dicho fallo, de modo que ambos achacamos esta incidencia a "cosas de la informática", simplemente. El/los aludidos en cuestión se limitaron entonces a realizar sus comentarios por correo o simplemente, por teléfono. Sin embargo, cuando los correos se repiten, y de personas diversas, me mosqueo claramente, y tras tomarme un rato en averiguar lo ocurrido, veo que, seguramente por un descuido, en la configuración del blog estaban —por lo visto, claro—prohibidos los comentarios.
     Pues bien, ya creo que está subsanado el fallo, de modo que podéis ahora realizar los comentarios que os venga en gana, respetando, eso sí, las consabidas normas de cortesía y respeto a los demás.
     Disculpad el error.
     Y como siempre, a todos, gracias por visitar estas páginas.
 
 

Gustavo Adolfo Bécquer.-



Gustavo Adolfo Claudio Domínguez Bastida, (Sevilla, 17 de Febrero de 1.836 - Madrid, 22 de Diciembre de 1.870), más conocido como Gustavo Adolfo Bécquer, fue poeta y escritor, hijo del pintor José Domínguez Insausti, que firmaba sus cuadros con el apellido de sus antepasados como José Domínguez Bécquer.
     En su infancia, tanto Gustavo como su hermano Valeriano estuvieron dotados para el dibujo. Sin embargo, la pronta muerte del padre quebró la vocación pictórica de Gustavo, no así la de su hermano, que siguió con la pintura. Posteriormente, murió también la madre de ambos, y fueron adoptados por su tía materna, María Bastida. Hacia 1.858 se enamora de Julia Espín, la corteja y empieza a escribir sus primeras rimas. En esta época, comienza a escuchar y admirar al pianista Chopin, del que hablaremos en otro apartado de este blog. Sin embargo, la relación con Julia no se consolida porque al parecer, a ella no le agradaba la vida bohemia de Gustavo, que aún no era famoso.
     Posteriormente, Gustavo conoce, se enamora y se casa con Casta Esteban y Navarro, con la que tiene tres hijos. Escribe artículos periodísticos y consigue los fondos necesarios para sostener a su familia. Entonces, marcha a Soria, donde tenía bienes la familia de su esposa. La tuberculosis, que le llevaría finalmente a la tumba, ya había aparecido en su vida, de modo que la estancia en tierras donde había mucho aire puro beneficiaba su salud, según se creía en la época.
     En 1.863 tiene una grave recaída de su enfermedad, y se marcha con su hermano al monasterio de Veruela (Zaragoza), y después vuelve a Sevilla con su familia. Su hermano Valeriano y su esposa no se llevan bien, y de esa época es la sospecha de que la esposa de Gustavo le es infiel. Nace entonces su tercer hijo bajo la amenaza de que no es suyo sino de su amante.
     Gustavo tiene otro agravamiento de su enfermedad y muere el 22 de Diciembre en Madrid, en pleno eclipse total de sol. En Septiembre había muerto antes su hermano Valeriano.
     En su lecho de muerte, pide que quemasen sus cartas y que publiquen su obra.
     Sus últimas palabras fueron “Todo mortal”.
Hasta aquí, la información somera que podéis encontrar en internet sobre uno de los autores que mejor han escrito en la historia de la lengua castellana. Y el calificativo de “mejor” se queda sin lugar a dudas muy corto para etiquetar al autor que para mi gusto, ha sabido emplear nuestro lenguaje con una maestría y delicadeza difíciles de describir.
     La escritura de Bécquer bebe de las influencias románticas de la época, pero las sobrepasa con creces. Su prosa no es barroca ni siquiera a ratos, como la de Allan Poe, sino florida y hermosa como ninguna, sin hartar ni pecar de erudición. No puedes leer uno sólo de sus párrafos sin quedar henchido de la belleza y buen gusto con que utiliza las palabras.
     Para él, y sirva como botón de muestra una introducción que publicó en el Junio de 1.868 y que se reproduce a continuación, la inspiración y las ideas de sus relatos venían de más allá de su cerebro, en la misma línea de la tesis que propugna este blog.
     Gracias, Gustavo, por existir, y por habernos legado tu presencia en esta existencia. Lástima que tu destino fuera morir joven. Quién sabe lo que hubieras podido hacer con sólo unos años más entre nosotros.
     Y como colofón a este post, la introducción prometida, literal.
     Por favor, leedla sin prisas y asimilad su contenido, en él se encuentra información muy valiosa para quien busque la deseada inspiración artística.
     Creo que su lectura merece bien la pena.
     El resto de su obra, a disposición de cualquier interesado, en internet.

“Introducción.

Por los tenebrosos rincones de mi cerebro, acurrucados y desnudos, duermen los extravagantes hijos de mi fantasía, esperando en silencio que el arte los vista de la palabra para poderse presentar decentes en la escena del mundo.
Fecunda, como el lecho de amor de la miseria, y parecida a esos padres que engendran más hijos de los que pueden alimentar, mi musa concibe y pare en el misterioso santuario de la cabeza, poblándola de creaciones sin número, a las cuales ni mi actividad ni todos los años que me restan de vida serían suficientes a dar forma.
Y aquí dentro, desnudos y deformes, revueltos y barajados en indescriptible confusión, los siento a veces agitarse y vivir con una vida oscura y extraña, semejante a la de esas miríadas de gérmenes que hierven y se estremecen en una eterna incubación dentro de las entrañas de la tierra, sin encontrar fuerzas bastantes para salir a la superficie y convertirse al beso del sol en flores y frutos.
Conmigo van, destinados a morir conmigo, sin que de ellos quede otro rastro que el que deja un sueño de la media noche, que a la mañana no puede recordarse. En algunas ocasiones, y ante esta idea terrible, se subleva en ellos el instinto de la vida, y agitándose en formidable, aunque silencioso tumulto, buscan en tropel por donde salir a la luz de entre las tinieblas en que viven. Pero ¡ay, que entre el mundo de la idea y el de la forma existe un abismo que sólo puede salvar la palabra; y la palabra, tímida y perezosa, se niega a secundar sus esfuerzos! Mudos, sombríos e impotentes, después de la inútil lucha vuelven a caer en su antiguo marasmo. ¡Tal caen inertes en los surcos de las sendas, si cesa el viento, las hojas amarillas que levantó el remolino!
Estas sediciones de los rebeldes hijos de la imaginación explican algunas de mis fiebres: ellas son la causa, desconocida para la ciencia, de mis exaltaciones y mis abatimientos. Y así, aunque mal, vengo viviendo hasta aquí, paseando por entre la indiferente multitud esta silenciosa tempestad de mi cabeza. Así vengo viviendo; pero todas las cosas tienen un término, y a éstas hay que ponerles punto.
El insomnio y la fantasía siguen y siguen procreando en monstruoso maridaje. Sus creaciones, apretadas ya como las raquíticas plantas de un vivero, pugnan por dilatar su fantástica existencia disputándose los átomos de la memoria, como el escaso jugo de una tierra estéril. Necesario es abrir paso a las aguas profundas, que acabarán por romper el dique, diariamente aumentadas por un manantial vivo.
¡Andad, pues! Andad y vivid con la única vida que puedo daros. Mi inteligencia os nutrirá lo suficiente para que seáis palpables; os vestirá, aunque sea de harapos, lo bastante para que no avergüence vuestra desnudez. Yo quisiera forjar para cada uno de vosotros una maravillosa estofa tejida de frases exquisitas, en la que os pudierais envolver con orgullo, como en un manto de púrpura. Yo quisiera poder cincelar la forma que ha de conteneros, como se cincela el vaso de oro que ha de guardar un preciado perfume. Mas es imposible.
No obstante, necesito descansar: necesito, del mismo modo que se sangra el cuerpo por cuyas hinchadas venas se precipita la sangre con pletórico empuje, desahogar el cerebro, insuficiente a contener tantos absurdos.
Quedad, pues, consignados aquí, como la estela nebulosa que señala el paso de un desconocido cometa, como los átomos dispersos de un mundo en embrión que aventa por el aire la muerte, antes que su creador haya podido pronunciar el flat lux que separa la claridad de las sombras.
No quiero que en mis noches sin sueño volváis a pasar por delante de mis ojos en extravagante procesión, pidiéndome con gestos y contorsiones que os saque a la vida de la realidad del limbo en que vivís, semejantes a fantasmas sin consistencia. No quiero que al romperse este arpa vieja y cascada ya, se pierdan, a la vez que el instrumento, las ignoradas notas que contenía. Deseo ocuparme un poco del mundo que me rodea, pudiendo, una vez vacío, apartar los ojos de este otro mundo que llevo dentro de la cabeza. El sentido común, que es la barrera de los sueños, comienza a flaquear, y las gentes de diversos campos se mezclan y confunden. Me cuesta trabajo saber qué cosas he soñado y cuáles me han sucedido. Mis afectos se reparten entre fantasmas de la imaginación y personajes reales. Mi memoria clasifica, revueltos, nombres y fechas de mujeres y días que han muerto o han pasado, con los días y mujeres que no han existido sino en mi mente. Preciso es acabar arrojándoos de la cabeza de una vez para siempre.
Si morir es dormir, quiero dormir en paz en la noche de la muerte, sin que vengáis a ser mi pesadilla, maldiciéndome por haberos condenado a la nada antes de haber nacido. Id, pues, al mundo a cuyo contacto fuisteis engendrados, y quedad en él como el eco que encontraron, en un alma que pasó por la tierra, sus alegrías y sus dolores, sus esperanzas y sus luchas.
Tal vez muy pronto tendré que hacer la maleta para el gran viaje. De una hora a otra puede desligarse el espíritu de la materia para remontarse a regiones más puras. No quiero, cuando esto suceda, llevar conmigo, como el abigarrado equipaje de un saltimbanco, el tesoro de oropeles y guiñapos que ha ido acumulando la fantasía en los desvanes del cerebro.

Junio de 1868.”