viernes, 4 de enero de 2019

Gustavo Adolfo Bécquer.-



Gustavo Adolfo Claudio Domínguez Bastida, (Sevilla, 17 de Febrero de 1.836 - Madrid, 22 de Diciembre de 1.870), más conocido como Gustavo Adolfo Bécquer, fue poeta y escritor, hijo del pintor José Domínguez Insausti, que firmaba sus cuadros con el apellido de sus antepasados como José Domínguez Bécquer.
     En su infancia, tanto Gustavo como su hermano Valeriano estuvieron dotados para el dibujo. Sin embargo, la pronta muerte del padre quebró la vocación pictórica de Gustavo, no así la de su hermano, que siguió con la pintura. Posteriormente, murió también la madre de ambos, y fueron adoptados por su tía materna, María Bastida. Hacia 1.858 se enamora de Julia Espín, la corteja y empieza a escribir sus primeras rimas. En esta época, comienza a escuchar y admirar al pianista Chopin, del que hablaremos en otro apartado de este blog. Sin embargo, la relación con Julia no se consolida porque al parecer, a ella no le agradaba la vida bohemia de Gustavo, que aún no era famoso.
     Posteriormente, Gustavo conoce, se enamora y se casa con Casta Esteban y Navarro, con la que tiene tres hijos. Escribe artículos periodísticos y consigue los fondos necesarios para sostener a su familia. Entonces, marcha a Soria, donde tenía bienes la familia de su esposa. La tuberculosis, que le llevaría finalmente a la tumba, ya había aparecido en su vida, de modo que la estancia en tierras donde había mucho aire puro beneficiaba su salud, según se creía en la época.
     En 1.863 tiene una grave recaída de su enfermedad, y se marcha con su hermano al monasterio de Veruela (Zaragoza), y después vuelve a Sevilla con su familia. Su hermano Valeriano y su esposa no se llevan bien, y de esa época es la sospecha de que la esposa de Gustavo le es infiel. Nace entonces su tercer hijo bajo la amenaza de que no es suyo sino de su amante.
     Gustavo tiene otro agravamiento de su enfermedad y muere el 22 de Diciembre en Madrid, en pleno eclipse total de sol. En Septiembre había muerto antes su hermano Valeriano.
     En su lecho de muerte, pide que quemasen sus cartas y que publiquen su obra.
     Sus últimas palabras fueron “Todo mortal”.
Hasta aquí, la información somera que podéis encontrar en internet sobre uno de los autores que mejor han escrito en la historia de la lengua castellana. Y el calificativo de “mejor” se queda sin lugar a dudas muy corto para etiquetar al autor que para mi gusto, ha sabido emplear nuestro lenguaje con una maestría y delicadeza difíciles de describir.
     La escritura de Bécquer bebe de las influencias románticas de la época, pero las sobrepasa con creces. Su prosa no es barroca ni siquiera a ratos, como la de Allan Poe, sino florida y hermosa como ninguna, sin hartar ni pecar de erudición. No puedes leer uno sólo de sus párrafos sin quedar henchido de la belleza y buen gusto con que utiliza las palabras.
     Para él, y sirva como botón de muestra una introducción que publicó en el Junio de 1.868 y que se reproduce a continuación, la inspiración y las ideas de sus relatos venían de más allá de su cerebro, en la misma línea de la tesis que propugna este blog.
     Gracias, Gustavo, por existir, y por habernos legado tu presencia en esta existencia. Lástima que tu destino fuera morir joven. Quién sabe lo que hubieras podido hacer con sólo unos años más entre nosotros.
     Y como colofón a este post, la introducción prometida, literal.
     Por favor, leedla sin prisas y asimilad su contenido, en él se encuentra información muy valiosa para quien busque la deseada inspiración artística.
     Creo que su lectura merece bien la pena.
     El resto de su obra, a disposición de cualquier interesado, en internet.

“Introducción.

Por los tenebrosos rincones de mi cerebro, acurrucados y desnudos, duermen los extravagantes hijos de mi fantasía, esperando en silencio que el arte los vista de la palabra para poderse presentar decentes en la escena del mundo.
Fecunda, como el lecho de amor de la miseria, y parecida a esos padres que engendran más hijos de los que pueden alimentar, mi musa concibe y pare en el misterioso santuario de la cabeza, poblándola de creaciones sin número, a las cuales ni mi actividad ni todos los años que me restan de vida serían suficientes a dar forma.
Y aquí dentro, desnudos y deformes, revueltos y barajados en indescriptible confusión, los siento a veces agitarse y vivir con una vida oscura y extraña, semejante a la de esas miríadas de gérmenes que hierven y se estremecen en una eterna incubación dentro de las entrañas de la tierra, sin encontrar fuerzas bastantes para salir a la superficie y convertirse al beso del sol en flores y frutos.
Conmigo van, destinados a morir conmigo, sin que de ellos quede otro rastro que el que deja un sueño de la media noche, que a la mañana no puede recordarse. En algunas ocasiones, y ante esta idea terrible, se subleva en ellos el instinto de la vida, y agitándose en formidable, aunque silencioso tumulto, buscan en tropel por donde salir a la luz de entre las tinieblas en que viven. Pero ¡ay, que entre el mundo de la idea y el de la forma existe un abismo que sólo puede salvar la palabra; y la palabra, tímida y perezosa, se niega a secundar sus esfuerzos! Mudos, sombríos e impotentes, después de la inútil lucha vuelven a caer en su antiguo marasmo. ¡Tal caen inertes en los surcos de las sendas, si cesa el viento, las hojas amarillas que levantó el remolino!
Estas sediciones de los rebeldes hijos de la imaginación explican algunas de mis fiebres: ellas son la causa, desconocida para la ciencia, de mis exaltaciones y mis abatimientos. Y así, aunque mal, vengo viviendo hasta aquí, paseando por entre la indiferente multitud esta silenciosa tempestad de mi cabeza. Así vengo viviendo; pero todas las cosas tienen un término, y a éstas hay que ponerles punto.
El insomnio y la fantasía siguen y siguen procreando en monstruoso maridaje. Sus creaciones, apretadas ya como las raquíticas plantas de un vivero, pugnan por dilatar su fantástica existencia disputándose los átomos de la memoria, como el escaso jugo de una tierra estéril. Necesario es abrir paso a las aguas profundas, que acabarán por romper el dique, diariamente aumentadas por un manantial vivo.
¡Andad, pues! Andad y vivid con la única vida que puedo daros. Mi inteligencia os nutrirá lo suficiente para que seáis palpables; os vestirá, aunque sea de harapos, lo bastante para que no avergüence vuestra desnudez. Yo quisiera forjar para cada uno de vosotros una maravillosa estofa tejida de frases exquisitas, en la que os pudierais envolver con orgullo, como en un manto de púrpura. Yo quisiera poder cincelar la forma que ha de conteneros, como se cincela el vaso de oro que ha de guardar un preciado perfume. Mas es imposible.
No obstante, necesito descansar: necesito, del mismo modo que se sangra el cuerpo por cuyas hinchadas venas se precipita la sangre con pletórico empuje, desahogar el cerebro, insuficiente a contener tantos absurdos.
Quedad, pues, consignados aquí, como la estela nebulosa que señala el paso de un desconocido cometa, como los átomos dispersos de un mundo en embrión que aventa por el aire la muerte, antes que su creador haya podido pronunciar el flat lux que separa la claridad de las sombras.
No quiero que en mis noches sin sueño volváis a pasar por delante de mis ojos en extravagante procesión, pidiéndome con gestos y contorsiones que os saque a la vida de la realidad del limbo en que vivís, semejantes a fantasmas sin consistencia. No quiero que al romperse este arpa vieja y cascada ya, se pierdan, a la vez que el instrumento, las ignoradas notas que contenía. Deseo ocuparme un poco del mundo que me rodea, pudiendo, una vez vacío, apartar los ojos de este otro mundo que llevo dentro de la cabeza. El sentido común, que es la barrera de los sueños, comienza a flaquear, y las gentes de diversos campos se mezclan y confunden. Me cuesta trabajo saber qué cosas he soñado y cuáles me han sucedido. Mis afectos se reparten entre fantasmas de la imaginación y personajes reales. Mi memoria clasifica, revueltos, nombres y fechas de mujeres y días que han muerto o han pasado, con los días y mujeres que no han existido sino en mi mente. Preciso es acabar arrojándoos de la cabeza de una vez para siempre.
Si morir es dormir, quiero dormir en paz en la noche de la muerte, sin que vengáis a ser mi pesadilla, maldiciéndome por haberos condenado a la nada antes de haber nacido. Id, pues, al mundo a cuyo contacto fuisteis engendrados, y quedad en él como el eco que encontraron, en un alma que pasó por la tierra, sus alegrías y sus dolores, sus esperanzas y sus luchas.
Tal vez muy pronto tendré que hacer la maleta para el gran viaje. De una hora a otra puede desligarse el espíritu de la materia para remontarse a regiones más puras. No quiero, cuando esto suceda, llevar conmigo, como el abigarrado equipaje de un saltimbanco, el tesoro de oropeles y guiñapos que ha ido acumulando la fantasía en los desvanes del cerebro.

Junio de 1868.”


1 comentario:

  1. Buena reseña de un gran escritor. Coincido contigo. Un saludo desde Asturias.

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